domingo, 25 de agosto de 2013

PEQUEÑOS CONTRATIEMPOS NO IMPIDEN GRANDES LOGROS.


Viernes 5 de Julio de 2013.

Desde bien temprano,  ya tenía una canción que no se me iba de la cabeza.

Al levantarme,“Hoy es un día perfecto…”.En la ducha con la sonoridad y la buena acústica del alicatado, “Hoy es un día perfecto…”. Mientras desayunaba, “Hoy es un día perfecto”. Lo cierto es que en efecto, ese 5 de julio era un día perfecto. Íbamos a intentar subir al Pic du Midi. ¿Pero, dónde está eso? Ni más ni menos, es el Col du Tourmalet. Un año después de retomar la práctica de la bicicleta de carretera nos atrevíamos con uno de los grandes colosos de los Pirineos franceses…¡Casi nada lo del ojo!

Desde Aspin en Lavedan fuimos en coche hasta Bagneres de Bigorre, no muy lejos, en media hora se llega. Aparcamos en el lugar que mejor nos pareció, que no era otro que el parking del Lidl, así, si necesitábamos algo, lo tendríamos a mano. Esto iba a ser una premonición como se demostró más tarde.

Bicis fuera, cascos puestos, comida en los bolsillos, zapatillas con sus correspondientes punteras mirando a los planetas… pero… “¿Quién cogió los bidones de agua, tú verdad?”. “¡Yo nooo!. ¡Oh!¡No  j***s...!, yo tampocooo!!”

“¡Mi madre!” pensé. ¿Pretendíamos a subir el Tourmalet  sin agua?. Se puede subir sin velocímetro, incluso sin gafas de sol, como habíamos subido el Portalet dos días antes, pero el mítico Tourmalet  ¿sin los bidones?, imposible. Había que pensar algo. Volver al hotel, descartado. ¿Comprar  bidones nuevos?  no había tiempo de buscar dónde, habíamos quedado con Jose en la fuente de Sta Marie de Campan para iniciar la parte dura de la ascensión juntos y se nos echaba el tiempo encima.

La solución la encontramos en formato botella de ¾ de litro de zumo de naranja del Lidl y un par de botellas de agua que Juan se iba a cargar a la espalda en una mochila, para añadir dificultad a la cosa, por si tenía ya poca la ascensión en si misma... Está claro, todo sucede por alguna razón. De otro modo hubiéramos elegido el parking de la Citroen, aunque creo que no le debía de haber llegado su hora a “La Bala Roja” (nuestro coche).

Problema resuelto, ya teníamos líquido y dónde llevarlo. 
 
 

 

 

Una vez en el lugar de la quedada, con tanto nerviosismo y desasosiego había que eliminar líquidos. Juan desapareció un rato, Jose no había llegado todavía y allí estaba yo, a la puerta de la iglesia, observando atónita a un individuo que  hasta hacía breves momentos estaba completamente vestido de ciclista y que poco a poco se iba despojando de prendas mientras se me acercaba diciendo algo en francés… “¡Madres mías”! pensé yo. “¿Por qué me tienen que pasar estas cosas cuando no hay nadie más aquí conmigo para verlo?”. El tipo resultó ser hijo de inmigrantes españoles. Roberto dijo que se llamaba en un perfecto acento francés-andaluz. Muy interesante el momento, sí señor.  Juan regresó rápido. ¡Qué casualidad! Roberto se fue poniendo una a una las prendas que se había ido quitando poco a poco… Me hubiera gustado saber qué se iba a quitar a continuación, ya solo le  quedaba el culote y las zapatillas puestas!!
LA MOCHILA CON AGUA
 

Jose llegó a la fuente con dos chicos cántabros que le habían acompañado en su ascensión del día anterior.  Foto de rigor y continuamos la ascensión de hasta la cumbre todos juntos, hasta que la selección natural hizo su trabajo.

 

                                                  Fuente de Sta Marie de Campan

Comenzamos a subir al trantrán los kilómetros que restaban hasta la cima. Sin embargo, sabía lo primero que iba a suceder. Íbamos  a tener que hidratarnos desenroscando el tapón de las respectivas botellas. Lo primero que hice fue perder el tapón, con las consiguientes salpicaduras y chorretes de zumo corriendo por piernas,  bici y hasta las gafas de sol. Juan sufrió lo suyo con sus “momentos pérdida  de botella de agua” que no se le cayó una vez, sino dos. El primero poco antes de llegar a Gripp, donde el puerto se pone “cachondo” con rampas del 10% y a partir de ahí los descansos no bajan  del  8%. El segundo “momento pérdida” fue poco después de pasar los túneles que anunciaban la cercanía de la estación invernal  de La Mongie, donde las rampas del 12% y 13% hace que mires para abajo y para arriba “a lo Chris Froome”, pensando que ya solo quedan 5 km para reventar encima de la bici y darlo todo.

Pasada La Mongie, nos alcanzaron unos tipos que nos entraron de la siguiente manera; “ ¡Qué pequeño es el mundo!”. Al girar la cabeza y ver escrito en sus maillots “La Robla” todo fueron parabienes. Ya sabes, que si “¿Quiénes venís?” por aquí,” ¡Qué vaya todo bien!” por allá, “¡Nos vemos arriba!”, “¡Ya queda poco!” y esas cosas que se dicen en un país que no es el tuyo haciendo algo que tampoco es muy común que digamos.  Hasta que uno de ellos preguntó, “¿Qué es de JR, no ha venido?”. (Lástima no haber preguntado el nombre de este buen hombre)“JR, David y Jorge están en La Marmotte” respondimos, aunque lo que realmente pensé para mis adentros fue, “¿Qué andarán liando estos en los Alpes?”

Mientras tanto, Jose, que subía como un jabato con la rueda trasera desinflada aunque no le hizo falta cambiarla hasta llegar arriba,  nos recordaba que la ascensión lamentablemente llegaba a su fin, “Chicos, solo quedan 2 km, hay que disfrutarlos a topeee!!!”. Efectivamente  los dos últimos kilómetros son durísimos, hacen que te replantees las razones que te llevan a montar en bici, pero así todo sacas fuerzas de flaqueza para vencer a esa montaña que llevas viendo por la tele en el Tour desde niña/o y que además, nunca hubieras pensado que la ibas a retar, hasta ahora. Te preguntas si realmente eres tú quién está subiendo, rodeada/o de belleza y dureza . “¡Esta curva no va a poder conmigo, y esta rampa al 13% tampoco!”. Metro a metro avanzas hacia la cima hasta que ésta llega. Una vez arriba te embarga un sentimiento sabor a “dulce caramelo de limón”. El sufrimiento se ha pasado ya, pero el reto ha llegado a su fin.  Terminas con tal alegría que la sonrisa se queda perenne en la cara. La clave está en sufrir y disfrutar del  reto, del logro, de las sensaciones, del paisaje, de los momentos de respiración sonora, del cansancio, del día y sobre todo, saber disfrutar tanto de la soledad durante la subida, donde la montaña y  la bici están a solas con tus fuerzas, como de la compañía que nos hacemos unos a otros en momentos así. De hecho, las alegrías compartidas siempre son mucho más intensas. Llegar a la cima, ver el camino recorrido al mirar hacia abajo, verte ahí donde pone “Col du Tourmalet” y pensar “¡¡¡Lo he conseguido!!!” es una de las mejores  sensaciones que existen.
 
 
Tras el momento foto, el reencuentro con los  diez ciclistas de La Robla, nos  tomamos esa Coca Cola bien fresquita en el bar de la cima para celebrarlo. Comentamos nuestros momentos y sensaciones durante la subida y revivimos las fases por las que habíamos pasado según el grado de exigencia de la pendiente. También  nos acordamos de anécdotas  ajenas  de otros que habían pisado ese mismo lugar antes que nosotros, valga el ejemplo del albino con el que habló Dani y su descenso a tumba abierta.
 

      Detrás, el bar del Tourmalet.
   
Algo que llama mucho la atención es que una vez arriba la gente que sube en moto o en coche te mira, te anima y ves en sus caras algo entre admiración y perplejidad.  Incluso una chica de Cádiz que estaba, “¡¡¡Alucinada de encontrar a dos de León allí arriba, en el Tourmalet, en bici!!!...” nos pidió hacerse una foto con Juan y conmigo vestidos con el maillot del Club, que pone León varias veces y siempre da mucho juego con peregrinos y viajeros de todas partes. Su intención era mandarle la foto a su amigo “Paco” policía local de León, “para que alucine un poco”, dijo.  Pero lo que no sabe, es que los más alucinados éramos realmente nosotros porque lo que habíamos hecho significaba muchísimo para nosotros, pero por lo visto a los que nos veían llegar también les movía algo por dentro. Paco, si nos reconoces por León, se benévolo y no nos pongas multas…jejeje.

Está claro, querer es poder, quién nos iba a decir que íbamos a subir el Col du Tourmalet sin agua y con una mochila y una botella de zumo de naranja en lugar de bidones. Los pequeños contratiempos   no impiden alcanzar grandes logos  mientras  en mi cabeza sonaba, “Hoy es un día perfecto” cada vez con más fuerza.
Descenso de Tourmalet, en La Mongie.

Durante la primera semana de Julio del 2013 demás de subir el Tourmalet, también subimos las dos vertientes del Portatel, el Solour, el Aubisque, la Horquette d,Ancizan y la Hoz de Jaca.
 


Para terminar…

 

 

…sigue leyendo.

 


Esta entrada se la dedico a Jose, que fue partícipe de esta aventura en el Tourmalet con nosotros y está recuperándose del atropello que sufrió en bici recientemente en León.

A Juan, por ser el mejor compañero de este proyecto en común que iniciamos hace ya mucho tiempo llamado “vida juntos”.

A quienes nos habéis ayudado y animado en las salidas del club, en especial a los chicos de la grupeta, porque sin vuestros ánimos nada de esto habría sucedido.

 

1 comentario:

  1. buen relato Patri, que envidia, espero poder hacer yo una entrada asi y disfrutar de igual manera

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