Viernes 5 de
Julio de 2013.
Desde bien
temprano, ya tenía una canción que no se
me iba de la cabeza.
Al levantarme,“Hoy es un día perfecto…”.En la ducha
con la sonoridad y la buena acústica del alicatado, “Hoy es un día perfecto…”. Mientras desayunaba, “Hoy es un día perfecto”. Lo cierto es
que en efecto, ese 5 de julio era un día perfecto. Íbamos a intentar subir al
Pic du Midi. ¿Pero, dónde está eso? Ni más ni menos, es el Col du Tourmalet. Un
año después de retomar la práctica de la bicicleta de carretera nos atrevíamos
con uno de los grandes colosos de los Pirineos franceses…¡Casi nada lo del ojo!
Desde Aspin
en Lavedan fuimos en coche hasta Bagneres de Bigorre, no muy lejos, en media
hora se llega. Aparcamos en el lugar que mejor nos pareció, que no era otro que
el parking del Lidl, así, si necesitábamos algo, lo tendríamos a mano. Esto iba
a ser una premonición como se demostró más tarde.
Bicis fuera,
cascos puestos, comida en los bolsillos, zapatillas con sus correspondientes
punteras mirando a los planetas… pero… “¿Quién cogió los bidones de agua, tú
verdad?”. “¡Yo nooo!. ¡Oh!¡No j***s...!,
yo tampocooo!!”
“¡Mi madre!”
pensé. ¿Pretendíamos a subir el Tourmalet
sin agua?. Se puede subir sin velocímetro, incluso sin gafas de sol,
como habíamos subido el Portalet dos días antes, pero el mítico Tourmalet ¿sin los bidones?, imposible. Había que
pensar algo. Volver al hotel, descartado. ¿Comprar bidones nuevos? no había tiempo de buscar dónde, habíamos
quedado con Jose en la fuente de Sta Marie de Campan para iniciar la parte dura
de la ascensión juntos y se nos echaba el tiempo encima.
La solución
la encontramos en formato botella de ¾ de litro de zumo de naranja del Lidl y
un par de botellas de agua que Juan se iba a cargar a la espalda en una
mochila, para añadir dificultad a la cosa, por si tenía ya poca la ascensión en
si misma... Está claro, todo sucede por alguna razón. De otro modo hubiéramos
elegido el parking de la
Citroen , aunque creo que no le debía de haber llegado su hora
a “La Bala Roja ”
(nuestro coche).
Problema
resuelto, ya teníamos líquido y dónde llevarlo.
Una vez en
el lugar de la quedada, con tanto nerviosismo y desasosiego había que eliminar
líquidos. Juan desapareció un rato, Jose no había llegado todavía y allí estaba
yo, a la puerta de la iglesia, observando atónita a un individuo que hasta hacía breves momentos estaba
completamente vestido de ciclista y que poco a poco se iba despojando de
prendas mientras se me acercaba diciendo algo en francés… “¡Madres mías”! pensé
yo. “¿Por qué me tienen que pasar estas cosas cuando no hay nadie más aquí
conmigo para verlo?”. El tipo resultó ser hijo de inmigrantes españoles.
Roberto dijo que se llamaba en un perfecto acento francés-andaluz. Muy
interesante el momento, sí señor. Juan
regresó rápido. ¡Qué casualidad! Roberto se fue poniendo una a una las prendas
que se había ido quitando poco a poco… Me hubiera gustado saber qué se iba a
quitar a continuación, ya solo le
quedaba el culote y las zapatillas puestas!!
LA MOCHILA CON AGUA
Jose llegó a
la fuente con dos chicos cántabros que le habían acompañado en su ascensión del
día anterior. Foto de rigor y
continuamos la ascensión de hasta la cumbre todos juntos, hasta que la
selección natural hizo su trabajo.
Fuente de Sta Marie de Campan
Comenzamos a
subir al trantrán los kilómetros que restaban hasta la cima. Sin embargo, sabía
lo primero que iba a suceder. Íbamos a
tener que hidratarnos desenroscando el tapón de las respectivas botellas. Lo
primero que hice fue perder el tapón, con las consiguientes salpicaduras y
chorretes de zumo corriendo por piernas,
bici y hasta las gafas de sol. Juan sufrió lo suyo con sus “momentos
pérdida de botella de agua” que no se le
cayó una vez, sino dos. El primero poco antes de llegar a Gripp, donde el
puerto se pone “cachondo” con rampas del 10% y a partir de ahí los descansos no
bajan del 8%. El segundo “momento pérdida” fue poco
después de pasar los túneles que anunciaban la cercanía de la estación
invernal de La Mongie , donde las rampas
del 12% y 13% hace que mires para abajo y para arriba “a lo Chris Froome”,
pensando que ya solo quedan 5
km para reventar encima de la bici y darlo todo.
Pasada La Mongie , nos alcanzaron unos
tipos que nos entraron de la siguiente manera; “ ¡Qué pequeño es el mundo!”. Al
girar la cabeza y ver escrito en sus maillots “La Robla ” todo fueron parabienes.
Ya sabes, que si “¿Quiénes venís?” por aquí,” ¡Qué vaya todo bien!” por allá,
“¡Nos vemos arriba!”, “¡Ya queda poco!” y esas cosas que se dicen en un país
que no es el tuyo haciendo algo que tampoco es muy común que digamos. Hasta que uno de ellos preguntó, “¿Qué es de
JR, no ha venido?”. (Lástima no haber preguntado el nombre de este buen
hombre)“JR, David y Jorge están en La Marmotte ” respondimos, aunque lo que realmente
pensé para mis adentros fue, “¿Qué andarán liando estos en los Alpes?”
Mientras tanto,
Jose, que subía como un jabato con la rueda trasera desinflada aunque no le
hizo falta cambiarla hasta llegar arriba,
nos recordaba que la ascensión lamentablemente llegaba a su fin,
“Chicos, solo quedan 2 km ,
hay que disfrutarlos a topeee!!!”. Efectivamente los dos últimos kilómetros son durísimos,
hacen que te replantees las razones que te llevan a montar en bici, pero así
todo sacas fuerzas de flaqueza para vencer a esa montaña que llevas viendo por
la tele en el Tour desde niña/o y que además, nunca hubieras pensado que la
ibas a retar, hasta ahora. Te preguntas si realmente eres tú quién está
subiendo, rodeada/o de belleza y dureza . “¡Esta curva no va a poder conmigo, y
esta rampa al 13% tampoco!”. Metro a metro avanzas hacia la cima hasta que ésta
llega. Una vez arriba te embarga un sentimiento sabor a “dulce caramelo de
limón”. El sufrimiento se ha pasado ya, pero el reto ha llegado a su fin. Terminas con tal alegría que la sonrisa se
queda perenne en la cara. La clave está en sufrir y disfrutar del reto, del logro, de las sensaciones, del
paisaje, de los momentos de respiración sonora, del cansancio, del día y sobre
todo, saber disfrutar tanto de la soledad durante la subida, donde la montaña y la bici están a solas con tus fuerzas, como
de la compañía que nos hacemos unos a otros en momentos así. De hecho, las
alegrías compartidas siempre son mucho más intensas. Llegar a la cima, ver el
camino recorrido al mirar hacia abajo, verte ahí donde pone “Col du Tourmalet”
y pensar “¡¡¡Lo he conseguido!!!” es una de las mejores sensaciones que existen.
Tras el
momento foto, el reencuentro con los
diez ciclistas de La
Robla , nos tomamos esa
Coca Cola bien fresquita en el bar de la cima para celebrarlo. Comentamos
nuestros momentos y sensaciones durante la subida y revivimos las fases por las
que habíamos pasado según el grado de exigencia de la pendiente. También nos acordamos de anécdotas ajenas
de otros que habían pisado ese mismo lugar antes que nosotros, valga el
ejemplo del albino con el que habló Dani y su descenso a tumba abierta.
Detrás, el bar del Tourmalet.
Algo que
llama mucho la atención es que una vez arriba la gente que sube en moto o en
coche te mira, te anima y ves en sus caras algo entre admiración y
perplejidad. Incluso una chica de Cádiz
que estaba, “¡¡¡Alucinada de encontrar a dos de León allí arriba, en el
Tourmalet, en bici!!!...” nos pidió hacerse una foto con Juan y conmigo
vestidos con el maillot del Club, que pone León varias veces y siempre da mucho
juego con peregrinos y viajeros de todas partes. Su intención era mandarle la
foto a su amigo “Paco” policía local de León, “para que alucine un poco”,
dijo. Pero lo que no sabe, es que los
más alucinados éramos realmente nosotros porque lo que habíamos hecho
significaba muchísimo para nosotros, pero por lo visto a los que nos veían
llegar también les movía algo por dentro. Paco, si nos reconoces por León, se
benévolo y no nos pongas multas…jejeje.
Está claro,
querer es poder, quién nos iba a decir que íbamos a subir el Col du Tourmalet
sin agua y con una mochila y una botella de zumo de naranja en lugar de
bidones. Los pequeños contratiempos no
impiden alcanzar grandes logos mientras en mi cabeza sonaba, “Hoy es un día perfecto”
cada vez con más fuerza.
Descenso de
Tourmalet, en La Mongie.
Durante la
primera semana de Julio del 2013 demás de subir el Tourmalet, también subimos
las dos vertientes del Portatel, el Solour, el Aubisque, la Horquette d,Ancizan y la Hoz de Jaca.
Para terminar…
…sigue leyendo.
Esta entrada se la dedico a Jose, que
fue partícipe de esta aventura en el Tourmalet con nosotros y está
recuperándose del atropello que sufrió en bici recientemente en León.
A Juan, por ser el mejor compañero de
este proyecto en común que iniciamos hace ya mucho tiempo llamado “vida
juntos”.
A quienes nos habéis ayudado y
animado en las salidas del club, en especial a los chicos de la grupeta, porque
sin vuestros ánimos nada de esto habría sucedido.
buen relato Patri, que envidia, espero poder hacer yo una entrada asi y disfrutar de igual manera
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