martes, 15 de julio de 2014

LA PYRÈNÈENNE 2014

Son las siete de la mañana del 6 de Julio de 2014 en Saint Lary Soulan, Francia. No es el despertador lo que suena, sino el "claqueteo" de las calas de cientos de ciclistas que se ponen en marcha en la 8º edición de la Marcha ciclodeportiva Pyrénéenne.  Por delante, 180 kilómetros en un recorrido de ensueño para cualquier apasionado del ciclismo, resumidos en "Quatre Vallées", o mejor, en cuatro nombres:  Col d'Aspin, Col du Tourmalet, Hourquette d' Ancizan y Pla d' Adet.

  
             

Es común en las marchas hacer las cosas al revés: esprintamos en la salida, y llegamos "medio andando" a la meta. Aquí no iba a ser menos y en segundos estamos rodando a toda velocidad. Asustado por una pequeña montonera en los primeros kilómetros, me voy hacia adelante y me veo en cabeza por primera vez en una marcha, detrás de los coches y motos que la van abriendo,  tras un francés que parece querer escaparse. La aventura duraría exactamente 12 kilómetros,  hasta la localidad de Arreau, punto de inicio del  Col d' Aspin, que también tiene 12, pero "cuesta arriba", por lo que me aparto al carril de vehículos lentos y voy haciendo camino tranquilamente.  A falta de 9 km para la cima me pasa Jorge, que ya es un veterano al que no le importa hacer las marchas en solitario. No le vería hasta el final.  Poco después llega David, el experto en preparaciones de última hora, que también tira para adelante.  Hablando con unos y otros va pasando el tiempo y cuando me quiero dar cuenta, estoy en la cima realizando una foto a pedro_ja, conocido de internet al que identifico.  Al momento aparecen Juan y Patri en un nuevo ejercicio de perfecta sincronización.
Descendemos juntos los tres y en minutos llegamos a Sainte Marie de Campan, donde giramos hacia la izquierda a la altura de la emblemática fuente que da comienzo al puerto más mítico de la  historia del ciclismo: "El Tourmalet". Un año y un día después, vuelvo a estar en el mismo lugar, con las mismas personas, disfrutando de la misma forma. Los mejores momentos nunca son irrepetibles.
En esta ocasión Juan ha cambiado su mochila a la espalda por un dolor de rodilla que lleva semanas arrastrando y Patri ha cambiado su bicicleta por otra mejor donde no encajan los zumos de litro. Por mi parte cambié de casco y de dientes.  Unos ratos hablando y otros sufriendo, vamos pasando kilómetros, algunas herraduras y túneles anti avalanchas para llegar a La Mongie, una aberración urbanística en medio de una montaña preciosa que para colmo es la parte más dura. Por desgracia volví a ver a pedro_ja  allí, a los pies del cartel de la estación, abandonando por rotura del cambio. También es el punto donde a Juan le afecta el mal de altura, se le pasan los dolores, y como si nada se escapa hacia la cima.


Por su parte, Patricia se esfuerza concienzudamente para entrar en calor. Apenas llevamos 50 kilómetros en total y ella necesita otros tantos para calentar, y lo cierto es que esta ascensión se nos haría muy corta.  En los momentos finales aparecería un fuerte viento que ya no nos impediría conquistar el segundo del día. Inmortalizamos el momento ante la estatua de Octave Lapize,  pionero en cruzarlo durante  el Tour de Francia de 1910  y a la voz de "porc de merde", nos tiramos hacia abajo.  Grito de puro placer. Es quizá la bajada que jamás he disfrutado. La proximidad del paso del Tour propicia que el asfalto sea una auténtica autopista, y unido a la belleza del paisaje, hace que uno se extasíe mientras desciende a muchos kilómetros por hora. Atravieso Barèges, localidad que aún sufre las consecuencias de las inundaciones de 2013, y llego a Luz Saint Sauver, donde nos alojaremos los próximos días, en  terreno es ya conocido.
Llamada de tranquilidad a Aida, y continuamos los tres en solitario atravesando en bajada el estrecho desfiladero del Gave de Pau, al lado del bonito río que le da nombre. Mucha agua cercana, pero nosotros llevamos los bidones vacíos al haber atravesado Argeles-Gazost sin encontrar el avituallamiento prometido por la organización. Un imprevisto. Con cierto cabreo atravesamos Lourdes, donde nos agrupamos con un señor del numeroso club "Rat Penat" que sufría de incontinencia verbal. Por fortuna, pronto apareció el avituallamiento. La organización lo había desplazado un buen tramo. A estas alturas me encontraba cansado y con mucha hambre a pesar de haber ido comiendo unas cuantas barritas energéticas. Entonces me acordé de Dani, "el bloguero globero" y su "Miro mi gel de hidratos de carbono. Pienso lo ridículo que es y en el tiempo perdido todos estos años." 


Así que me fabrico un par de sándwich de jamón, queso y salchichón,  que junto con la coca-cola, me supieron a gloria bendita, Lourdes mediante.  Allí nos alcanzó un grupo de unos 20 ciclistas (que incluía una mujer holandesa de las que sí saludan y hablan con otras mujeres),  que también pararon y con los que reemprendimos la marcha. Atravesamos la cota de Loucrup, algo sin importancia al lado de tanto "col", pero que también debía subirse. Sin más dilación llegamos al núcleo de Bagneres de Bigorre,  donde nuestros caminos se separarían: Juan necesitaba un descanso y Patricia, presa del "hasta que la muerte os separe", se quedó con él.  Con remordimientos continué con el grupo hasta  Sainte Marie de Campan (continuando de frente esta vez), y los abandoné en las inmediaciones del tercero en discordia, Hourquette de Ancizan, que subí con fuerzas renovadas todo lo deprisa que pude. Juan se había quedado corto al describirme la belleza de las praderas de esta zona. Majestuoso.
Las tormentas prometidas hicieron aquí aparición, en la cima del puerto, donde me llevo una alegría al encontrarme con David en el consiguiente avituallamiento. Me pide un gel y se lo doy encantado a cambio, claro está,  de otro sándwich. La lluvia es fuerte y el descenso peligroso, así que voy bajando mientras él lo termina. Frío, asfalto mojado, lluvia intensa y bajada con riesgo añaden  más épica a la marcha y me da aún más fuerza. Mucha más.  Vuelvo a gritar de emoción. Ya estoy seguro de que voy a terminarla por lo civil o por lo criminal.
Llego abajo con las piernas congeladas y desisto en la idea de esperar a David; al contrario aprieto más hasta la base del último sin mirar ni atrás ni a la derecha donde está el hotel.   Tomo el primer gel del día (y último en una marcha) y comienzo Pla d' Adet alcanzando a dos españoles con los que me quedo. Ya no llueve. Los primeros 5 kilómetros son una auténtica pared en la que no pasamos jamás de 9 km por hora. Los voy contando uno a uno intentando olvidarme del estómago revuelto a causa del **** gel.   Tras muchos, pero que muchos minutos, terminan y el terreno suaviza, mis dos compañeros hace rato que han cedido y vuelvo a estar solo con mis pensamientos.  Aida me ha pasado con el coche hace unos momentos. Llega el último kilómetro, el de disfrutar, y la veo con Jorge, (que había terminado totalmente empapado y que de no haber sido por Aida se habría cogido una buena pulmonía ya que le trajo ropa seca), me animan e indican dónde termina ésta tortura, y por fin,  después de más de 9 horas dando pedales, cruzo la meta exhausto.




Los sentimientos de esos instantes no son fácilmente descriptibles aquí, por lo que los guardaré para mí.  Al fin y al cabo es solo el final de un reto cumplido y el punto de inicio de otros venideros. 
David llegaría poco después permitiéndose el lujo de entrar esprintando, mientras que tras Ancizan, Patricia y Juan decidieron  con buen criterio  guardar fuerza y salud para lo que viniera. Ello les permitiría continuar subiendo puertos (y de qué forma!) a diario  durante los días siguientes. Serían unas jornadas fantásticas al lado de personas a las que he dejado de llamar compañeros para llamarles amigos.  Fue un placer.
PD: No puedo olvidarme de citar la labor de Aida, que es quién sufre ausencias en la preparación de objetivos así, y que estuvo siempre dispuesta con el coche para cualquier necesidad durante los días postreros. Por si fuera poco, remataría la faena subiendo su Tourmalet unos días después. Admirable.



José Ángel Martínez García.


   

martes, 1 de julio de 2014

LA QUEBRANTAHUESOS

¿Qué tiene esta marcha que atrae a tantos y tantos participantes cada año? 
  
Algo innegable es que tiene una de las zonas más bellas de Europa para practicar ciclismo, una comarca entregada a su prueba, una organización que trabaja de un año para otro en intentar proteger la seguridad del participante (única prueba de este nivel que logra cerrar el tráfico completamente en territorio nacional y casi totalmente en el francés), un público en las carreteras esperando a que pases y te dan tanto animo y apoyo como si de un participante del Tour de Francia o de la Vuelta a España se tratara. 
Sus voluntarios oficiales de la prueba que durante horas están trabajando para que cuando llegues a los avituallamientos no te falte de nada y otros tantos que te ofrecen agua, fruta, etc… y que sin ser de la organización intentan ayudarte a superar este desafío pirenaico.
Además de la mezcla idónea de dureza, distancia y puertos emblemáticos en el mundo del ciclismo.

Pero todo esto aún es poco para atraer tanto, quizás la magia de la QH empieza cuando con tus compañeros de club te planteas muchos meses antes inscribirte en ella, compartes con ellos tus ganas de realizar esta dura prueba de gran fondo, que entre otras cosas es un ejercicio de mentalización constante y no solamente se trata de subirte en tú bicicleta y darlo todo, no, no puedes darlo todo en ningún momento, siempre tienes que ir guardando porque Somport te coge fresco y puedes dar más, pero es muy pronto, Marie Blanc no es un puerto largo pero sus últimos 4 kms. son muy duros, y tampoco puedes darlo todo porque aún cuando corones te quedan casi100 kms a meta, el Portalet, 27 kms de ascensión constante en donde medir y racionar tus fuerzas es imprescindible, y ya queda poco a meta, apenas 40 kms casi en constante bajada, pero ahí esta la Hoz de Jaca, con sus 2 kilómetros que van buscando tu fondo de baúl e intenta sacarte las ultimas fuerzas que te van quedando y el llaneo de Biescas a Sabiñanigo, con la encerrona de la llegada de este año y el cambio de recorrido en el que se ha añadido una subida de 1 km. al 8 %

Juán, José Ramón, David, Jorge y Patricia momentos antes de tomar la salida
Siii, todo esto es fantástico, pero aún queda lo mejor, tus compañeros, los que te han acompañado durante todo el año en duros entrenos de invierno, con los que compartes la mítica frase del cicloturista: “vamos hacer QH este año”, eso te hace ver un expléndido día saliendo con 0 grados en marzo dirección Aralla, te hacen levantarte de la cama a las 6 de la mañana para quedar con tus compañeros en Villamanin a las 8 y tirarte por Pajares dirección Asturias y 7 horas más tarde llegas exhausto a compartir una comida llena de anécdotas con ellos. Te planteas hacer tantas veces la ruta de Villablino como si de la del Fenar se tratara,  esa es la verdadera magia de la QH, tus compañeros de esta bendita locura.
Patricia 
Y varios socios del Club nos hemos juntado estos últimos años y hemos compartido esta experiencia y no quiero nombrarlos por no dejar a alguno, pero alguien si merece una mención especial, la primera mujer del Club Ciclista León que tiene en su haber una Quebrantahuesos y además en su primera participación ha conseguido medalla de plata, Patricia González, a la que apenas hace un año le asustaba una ruta de 115 kms con un puerto de 6 kms como Aralla, ha sido capaz de completar en apenas 15 días dos de las pruebas más duras del cicloturismo de fondo que hoy día se pueden hacer : 10.000 del Soplao en Cabezón de la Sal (Cantabria) y Quebrantahuesos en Sabiñanico (Huesca) desde aquí nuestra enhorabuena por tus logros pero lo más importante por ser como sois, tanto tú como Juan y con compañeros como vosotros es una maravilla plantearse estos retos.

El próximo año, la Quebrantahuesos celebra su 25 aniversario, ¿seriamos capaces de acudir 25 o más socios del club, con nuestros colores a la salida en la QH 2015? Aquí dejo el reto.