Se confirmaron los peores pronósticos, e incluso se quedaron
cortos. No sólo la lluvia y el frío hicieron acto de presencia, el granizo en
varias ocasiones también nos acompañó durante toda la jornada.
La jornada para el recuerdo comenzó muy perezosa por mi
parte, ya que las ganas de dormir y el ruido de la lluvia golpeando contra el
techo de la caravana incitaban a seguir echando una cabezadita, pero no podía
faltar a mi gran primera cita en esto de las cicloturistas.
Con más ilusión que ganas dadas las condiciones, mi amigo
Armando y un servidor enfilamos la línea de salida encabezando el grupo de las
8:45. Desde que partió el grupo anterior hasta el kilómetro dos o tres la
climatología nos dio un respiro, dándonos un poco de fe a la hora de plantearnos
si salir con los chubasqueros o guardarlos, pero en nada nos dimos cuenta de
que esa idea sobraba completamente en éste fin de semana…
Durante los primeros 10-15km lluvia y granizo fueron los
causantes de que cada 50 metros se observaba que bastantes cicloturistas se
planteaban lo que estaban haciendo, ya que o bien se cobijaban en las
marquesinas de autobuses y gasolineras o directamente daban media vuelta en las
múltiples rotondas que poblaban los kilómetros iniciales. No eran pocos, pero
aun así la cantidad de penitentes y
sufridores que continuamos en la aventura no mermó en exceso ya que durante el
trayecto llegamos a observar un dorsal 6800 y en ningún momento llegamos a
rodar “a solas” ni mucho menos, siempre había que mirar por el rabillo del ojo
antes de realizar algún movimiento como adelantar, desviarse para descargar el
depósito o evacuar las fosas nasales.
Los siguientes kilómetros continuaron más o menos con la
misma tónica: lluvia, espray del que sigues la rueda (un precio tal vez algo
elevado), recorrido rompepiernas con múltiples repechos y algún que otro
puertecito curioso y la dificultad añadida de comenzar a adelantar a los
compañeros de turnos anteriores que se iban perdiendo rueda.
Y así llegamos al avituallamiento en el km 60, momento para
reagruparnos Armando y yo, al que “dejé escapar” los últimos 10-15 kilómetros
del recorrido. Breve parada para comer lo que dio tiempo antes de darnos cuenta
de que la cosa se estaba poniendo verdaderamente difícil, volvía a pintear y la
temperatura no ayudaba en absoluto. Media manzana, dos barritas y cambio de
batería de la GoPro es todo lo que dio tiempo a hacer pero ya era tarde, las
manos empapadas y unos guantes de neopreno que cumplen su cometido a la
perfección y no dejan entrar el agua,
tampoco salir... Estábamos HELADOS.
En la zona
de avituallamiento con David Solana, del Club Ciclista A Fogatina.
Salimos del parque tecnológico intentando entrar en calor,
buscando cadencia sin apenas mover desarrollo, casi se podía decir que hacíamos
el ridículo más que otra cosa, pero funcionó. Y como había pasado antes, en
cuanto entramos en calor no había quien echara el lazo a Armando (gran persona
y mejor ciclista), lo dejé ir… No volvería a verle hasta la línea de meta, pero
estaba todo controlado, habíamos dado caza a los miembros del Club Ciclista A Fogatina,
amigos y conocidos desde la etapa de los Lagos de Covadonga de la Vuelta a
España 2014, con quienes tiraría para delante hasta el final de carrera.
Los kilómetros empezaron a hacerse algo más pesados, el
trazado y la velocidad hacían mella en las piernas y afrontamos las dos últimas
cotas de la prueba, las más duras y seguida una de la otra con apenas 500
metros de separación. Comenzamos la ascensión “cogiendo cadáveres” todos
juntos, pero en pocos cientos de metros David Colina y yo, ambos más rodadores
que escaladores, levantamos el pie evitando provocar un petardazo que
escucharan hasta mis compañeros del Club, en León… Llegamos a la cima donde nos
reagrupamos y comenzamos el descenso tal vez más rápido de lo que las
condiciones recomiendan, pero siempre (“siempre”) muy seguros.
Acaba el descenso y aún restan 20 kilómetros para Bilbao,
pero prevenido por Colina llega nuestro terreno, y ambos habíamos guardado
fuerzas en la subida… Entramos en la autovía y empieza el “llano”, ese llano
que pica para abajo y nos vuelve locos a los rodadores. Rearmamos la grupeta y empezamos
a rodar a bloque, pero con relevos contados, resulta que Colina había guardado
más de lo que pensaba y al resto no nos quedaba más madera para mantener el
ritmo demencial que habíamos impuesto. La gente de los pueblos que
atravesábamos animaba a todos y cada uno de los cicloturistas que circulaban
por el carril derecho, pero al ver el tren verde (y algún fichaje sin
equipación como yo) que avanzaba por el carril izquierdo enmudecía o animaba
aún con más fuerza al vernos un prólogo del Giro con formato CRE se tratase. La
distancia caía en el Garmin a poco más de minuto por kilómetro, superlativo
para las condiciones de la carretera y el trayecto que habíamos completado en las
3 horas y media precedentes.
Completamente desfondados por los últimos repechos que forman
la entrada a Bilbao, encaramos la recta de meta al sprint entre los aplausos de
admiración de los ciudadanos por el valor y entrega que mostramos los miles que
afrontamos la intensa jornada.
En meta con mi amigo Armando, del LeónAir-HotelCondeLuna MasterTeam.
Distancia y tiempo final: 113km y 3:53h. La experiencia de
dar todo lo que tienes dentro de ti por un deporte de pasión y penitencia en
ésta jornada, no tiene precio.
Bilbao-Bilbao, ha sido un placer y volveré, pero espero que tu hospitalidad en
lo que a climatología se refiere aumente en gran medida.
Adrián Rodríguez, 15 de marzo de 2015.
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